martes, 19 de julio de 2011

Eternamente



Inundado de dolor, le llovía el alma y se le nublaba el corazón, los años vividos con su amada pasaban por su cabeza de una imagen a otra y con cada imagen, su rostro se volvía más umbrío, mas ajado.
Arrodillado en el suelo, con las manos y las rodillas cubiertas de barro, se aferraba a la tierra que la cubriría para siempre, se sentía confundido a sabiendas que ese para siempre era literal.
Lloró su pena, por que la amó con todas sus ansias, le estaba vedado, pero el amor cuando llega aunque uno no lo quiera, se apodera de la razón y deja que el corazón comande nuestra vida .La muerte descarada y burlona riendo en una mueca de triunfo logró arrebatársela de sus brazos, ella ganaba, a su manera, pero siempre ganaba.
El podía verla, la conocía muy bien, tenían una simbiosis muy extraña, ella quería algo de él y el algo de ella.
Se levanto casi por compromiso la llovizna mojaba su cuerpo, levantó la vista y allí estaba, mirándolo, con sus ojos vacíos, con sus cuencas vacías, profunda imagen del mismísimo infierno, allí estaba, esa misma muerte que lo seguía día tras día, año tras año, siglo tras siglo, buscando la manera de quitarle el regalo de la inmortalidad, aquel que los dioses le habían dado, ese mismo obsequio que el negaba con todas sus fuerzas.
Caminaron juntos sin decir palabra, ella lo aborrecía en silencio, pero él se odiaba aún más y se odiaría por toda la eternidad.

viernes, 8 de julio de 2011

Terciopelo Negro


Ella bajo de un viejo chevy del 72, traía botas tejanas, enfundada en un vestido de terciopelo negro irrumpió en el bar, contorneandose al ritmo de la música, se acerco sensual y provocativa hasta la barra, mientras el cantinero pasaba su mano por los labios lascivamente, sin mediar palabra se apoyó en el mostrador, saco su pistola apuntándole al cantinero y en una milésima de segundo presionó el gatillo.
Todo parecía que fuese en cámara lenta, sin embargo el pobre infeliz no tuvo tiempo a nada, la bala le perforó la frente desparramando el poco cerebro que tenía sobre el espejo, nadie dijo nada, nadie hizo nada, todo prosiguió como si nada hubiera pasado.
Todos sabían por que, es por eso que nadie se inmutó.
Miro su obra, pegó media vuelta y mirándome directamente a los ojos sonrío diciendo:
-    Ya no va a traer más niñas al bar.
La policía llego tarde, se tomaron su tiempo diría yo, al llegar se encontraron con tantas versiones como asistentes había,
Mi versión … mi versión fue la misma que en otras oportunidades, al fin y al cabo mañana me tocaría a mi enfundar la pistola y a ella esperarme en otro lugar.

Uno menos.